Hola! No, no he desaparecido, ni tampoco mis musas. Digamos
que por suerte o por desgracia, queriendo o sin querer, estoy disfrutando del
silencio.
Hoy voy a abrir un poquito la boca porque me apetecía
filosofar sobre algunas cosas. Y aunque
últimamente siento que lo poco que hablo se lo cuento a la pared e incluso ésta
me devuelve mis palabras en forma de egoísmo y desprecio vestido de pasotismo,
mi esencia bondadosa ha decido compartir estos pensamientos con el que esté
dispuesto a dedicarle unos minutos a leer mis divagaciones. Por supuesto, es
trabajo de cada uno sacarle partido a mi verborrea.
Pues bien, me apetece hablar de Superhéroes. ¿Os habéis
preguntado qué diferencia a Clark Kent de Superman? ¿O a Peter Parker de
Spiderman? En definitiva, ¿a cualquier personajillo normal y corriente del
superhéroe en el que luego se convierten?
En realidad, son la misma persona,
Peter puede trepar paredes y lanzar telarañas y Clark puede volar y demás
virguerías, aunque estén en el salón de su casa viendo la tele en pijama. Sin
embargo, en su rutina diaria, son gente muy normal, tímidos y, en muchas ocasiones,
buenos que pecan de tontos. ¿Dónde está el clic que produce el cambio? ¿En quitarse
esas gafas de listillo y calzarse el traje?
Pues no. La única diferencia es LA ACTITUD. El cambio se produce instantáneamente cuando
deciden ponerse chulos y salir a patear el culo de todos los “enteraillos” que
se ponen por delante.
Entonces, si bien no todo el mundo tiene estos superpoderes
tan chulos, siempre queda la capacidad de cambiar de actitud y salir a la calle
a comerse el mundo.
Si prestamos un poco de atención podemos ver a nuestro
alrededor algunos superhéroes que se ocultan tras unas tímidas gafas y un
silencio para algunos incómodo, aunque también se puede ver algún bichejo con
deje de supervillano.
¿Conocéis a Victor Frankl? En realidad no fue o un
superhéroe, o quizás sí… Victor fue un hombre al que se lo arrebataron
absolutamente todo, sus pertenencias, su familia, su hogar… Todo. No obstante,
decidió que había algo que nunca le quitarían: “Todo puede serle arrebatado a un hombre, menos la última de las libertades humanas: el elegir su actitud en una serie dada de circunstancias, de elegir su propio camino. ¿No podemos cambiar la situación? Si no está en tus manos cambiar una situación que te produce dolor, siempre podrás escoger la actitud con la que afrontes ese sufrimiento.”
Obviamente, todos tenemos días, semanas e incluso periodos
más largos, en los que la autoestima, la alegría, la fuerza o las ganas se nos
caen al suelo. Tranquilos, no pasa nada. Hay que tomarse el tiempo necesario
para vivir todo eso, para autocompadecerse y conocer la propia oscuridad. Pero, si a alguien le interesa mi opinión, no
hay que quedarse mucho tiempo en el pozo, porque si no, luego cuesta mucho
trabajo salir. (Aún así de “to” se sale).
Hace poco, de las manos de una gran enfermera y persona,
llegó hasta mí un pequeño libro. Se trataba de una fábula sobre Merlín y dos caballeros
medievales, que nos cuenta las reglas de la Buena Suerte, enseñándonos lo
importante que es tener una buena actitud y crear las circunstancias que nos
den la Buena Suerte que tanto ansiamos. Es corto y entretenido. Sin dudarlo lo
recomiendo.
Teniendo en cuenta que las cosas nos pueden salir mejor o
peor y nos pueden costar más o menos trabajo, debemos ser conscientes de que
siempre hay oportunidades y siempre tenemos la posibilidad cambiar la actitud
con la que tomarnos las cosas. Pero claro está, cada persona es la que debe
escoger.
¿Nos animamos a salir a la calle vestido con una capa roja
de actitud convertidos en superhéroes?
Buenas noches niños perdidos.